Rrorra

Hoy recibí una noticia muy triste por parte de mi familia. Mi tía, la de apariencia más feliz, más contenta de la familia está mientras escribo estas líneas en terapia intensiva después de haber sido intervenida quirúrgicamente para extirparle "N" tumores de su matriz.

Hace apenas unos días antes estábamos mi mejor amigo del kinder y yo hablando de ella, de los tiempos de la infancia cuando tenía una papelería, la más completa del pueblo, y que por ende todos los niños la conocía, en mi caso no sólo por ser mi tía, sino mi única proveedora de lápices, sacapuntas y cuanta chingadera se me ocurriera comprar con dos pesos en su tienda.

Me siento triste, y hasta cierto punto decepcionada, no de Dios, ni de la vida, ni mucho menos por ella, sino de la utopía en la que hemos crecido -desarrollado- de que todo estará bien por obra del espíritu santo o algún otro santo que invoquemos. Nos hemos sentado a esperar a que todo esté bien, hemos ignorado los caminos, nuestra soberbia nos ha cegado, creyéndonos indestructibles.

Esto tiene que cambiar, tenemos que cambiar, sino, nos va a cargar el payaso más feo de lo que creímos que pudiera pasar.

Comentarios

  1. De acuerdo contigo, nos preparamos para lo mejor ignorando lo peor y no entendemos, o mejor dicho, no queremos entender que la felicidad no es un estado permanente de animo, sino una condición dual de conciencia, es decir, para ser feliz se precisa aprender a reconocer de manera sensata el dolor, el sufrimiento, las ausencias; las malditas ausencias. Gracias por abrir tu corazón, pues si tienes el valor para hacerlo, entonces, tu dolor también se vuelve el mio, el nuestro. TE ABRAZO CON MI ALMA. Gracias.

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